Podemos plantear que la textilería en el valle central tiene sus antecedentes en las culturas indígenas y precolombinas, influenciadas por una breve ocupación incaica.
Los españoles introducen dos elementos que son de suma importancia para el posterior desarrollo de la industria textil: la lana de oveja y el telar de pedales, este útimo conlleva un concepto de produción en serie, a diferencia del telar vertical de cuatro palos que utilizaban los aborígenes, el cual se centra en el producto único, generalmente construido para una persona en particular.
Junto a estas nuevas materialidades y herramientas se instala una nueva forma de asentamiento de la población: La encomienda. Estas correspondían a repartimientos de un conjunto de población nativa donde cada encomendero percibía tributos de los indígenas asignados.
De estas encomiendas surgen posteriormente las haciendas, las cuales eran sistemas autosuficientes que eran administrados por el encomendero y donde los indígenas prestaban la mano de obra, dando paso a lo que posteriormente se convirtió en el inquilinaje.
En base a lo anterior se estableció un sincretismo, plasmado particularmente en el telar de lisos (o pedales), el cual conjuga muchas veces en su conformación elementos del telar indígena, sustituyendo el peine por la pala y conservando la producción por unidad.
Ambos telares conviven actualmente en el Chile central, para dar vida a diferentes objetos tanto tradicionales y, por tanto, funcionales a la vida del huaso y el arriero, como otros orientados a la vida del mundo citadino.
Entre los objetos tradicionales encontramos mantas con huincha, maletas o alforjas, mantas con flecos, mantas terminadas, chamantos y diferentes tipos de fajas principalmente.